ruedas

Algunas veces algún día no llega.
Supongo que la vida está llena de problemas y que cuanto más nos obsesionamos con uno más grande se hace.
A veces volvemos a ser como aquellos niños sentados en la parte trasera del coche preguntando a nuestros padres cuánto queda. Pero esta vez los padres es la propia vida y el viaje no tiene una ruta ni una duración marcada.
Durante todo el viaje sufres pinchazos de ruedas que te obligan a detenerte, te quedas sin gasolina, sin energía, haciéndote sentirte vacía sin ganas de luchar… en esos momentos puede que alguien pase por la carretera y te tenga que ayudar… pobre amigo. Esa persona se quedará grabada en tu memoria y quién sabe si alguna otra vez se volverá a cruzar en tu ruta.
Yo odio cuando me quedo sin gasolina. Normalmente me callo, no digo nada, simplemente empiezo a caminar hasta la gasolinera más cercana, esperando encontrar las fuerzas necesarias, comprando la gasolina por mi sola y volviendo el camino andado sin una mano a la que aferrarme. No me gusta pedir ayuda, es como si en esos momentos estuvieras mostrándote demasiado, como si dejaras el coche abierto en pleno parking, lo justo para que te lo desvalijen. 
En esos momentos siempre viene a mi cabeza que lo mejor es el silencio, el valerse por sí misma… quizás todo lo que en un pasado me enseño la mejor maestra de la historia: la experiencia. Pero… a veces… no puedes… y, lo que es peor, no deseas estar totalmente sola, entonces buscas una mano amiga, unos brazos que te rodeen cada noche y te susurren al oído que eres la razón de su existencia, sabiendo que la tuya también depende de la suya. Y en ese momento, cuando te das cuenta de que no hay mano, ni brazos, ni frases romanticonas que dichas fuera de contexto o por la persona equivocada harían que te rieses con toda la energía…, solo te entra un cosquilleo por todo el cuerpo, como un dolor de barriga persistente recordándote que tienes hambre… y reconoces que quieres llegar al destino.
Otro de los grandes problemas de la ruta son las ciudades que atraviesas a su paso. Algunas te gustarán, otras te encantarás y pocas te enamorarán. Cuidado con las últimas, son peligrosas. Te harán creer que son tu destino, aunque ellas no pretendan hacértelo creer. Son las más peligrosas porque puedes querer aferrarte a ellas aunque ella no lo desee. Muchos pueden decirte que es el lugar ideal para ti, que parece que es tu sitio y que la ciudad parecería estar incompleta sin ti pero si la propia ciudad no te lo dice, no te lo creas.
Por otra parte, tienes que preguntarle directamente si quiere que la consideres un lugar de paso o un lugar donde quedarse… pero ese es un momento duro, duro porque como la ciudad te diga que no… simplemente puede empezar ella a comportarse de un modo extraño o, peor, empezar a hacerlo tú. Odiando a la ciudad por no quererte en ella. 
Da miedo, pero si no se lo preguntas seguirás estancada en la misma ciudad, y aunque el coche esté parado la gasolina desaparecerá y aparecerá como si en él hubiese una fuga y un ser mágico que lo llenase. Lo que te mantendrá estancada en ella será sus acciones, su forma de darte un hogar, de tratarte… te podrán engañar, podrás creer que te quiere allí, y quizás… te quiera pero no de la forma que tú pretendes.
Un día… reemprendes tu viaje. Con los mismos altibajos y con los mismos logros… hasta que un día… no se sabe cuando… llegas a tu destino.
Pero, dicen, que ese destino no es fácil de mantener. Yo, soy una cínica que da consejos desde la ignorancia. Hasta ahora había pensado que eso no estaba tan mal, porque eras neutral pero… créeme, está mal. Porque por mucho que lo intentes no te podrás poner en el papel de la otra persona y, quizás, corras el riesgo de sentirte ligeramente celoso porque sabes que en tu cabeza, ahora hay un nombre de una ciudad grabado, y sabes, también, que preferirías discutir con ella mil veces antes que vivir en otra. Pero sabes, también, que tus labios están paralizados, que no serás capaz de decir nada, pues… te arriesgas a que tu coche empiece a arder y se quede en simples cenizas. 
Pero a veces pienso… que me da igual quedarme sin coche, sin camino, sin ruta pasada… que simplemente quiero alzar mi voz, ser oída, querida… y que si me tengo que parar por el camino 1000 veces… pues bien… espero encontrar en esas caídas a tantos amigos que la vida desee darme y que… algún día… aunque llegue dentro de 39 años… llegará.