Noviembre

Era pleno noviembre pero en la calle aún se podía sentir el sol calentando las mejillas débilmente.
Era ese momento en que la melena morena, corta y rizosa se medio escondía entre un cuello de lana que generaba ese calor incipiente que llena corazones, en ese calor que no importa estar aquí o estar allí, solo te gustaría estar así todo el día; como cuando te metes en la cama después de salir a la calle blanca.
Porque, aunque me lo nieguen, el otoño y, aún más, el invierno tienen esa magia: ver calidez, ver amor, ver amistad, ver ese calor que sobrecoge… en las cosas más sencillas, en las más cotidianas, en las que más echaremos de menos el día que partamos.
Pero otra cosa que tiene noviembre es que cuando empieza a soplar ese aire frío y a secar tu piel, va aclarando tus ideas como si todo lo que tienes en la cabeza volará con un simple soplo y te da igual todo, todo da igual.
Muchas veces he soñado con tener un billete en mi mano de ida pero no de vuelta, muchas veces en mi vida he soñado con olvidar, con poder empezar desde cero, sin nadie, sin nada… sin sentimientos ni ataduras pero… sé que tanto aquí como en otra parte del mundo por remota que sea me seguiré acordando del pasado, me seguiré acordando de todos aquellos momentos y seguiré queriendo a aquellos que me quieren, y a algunos que no.
Pero a lo que íbamos, ahí estaba ella con esa melena corta bueno… o quizás no tanto, porque esos rizos eran anchos, morena con betas rubias, con los ojos marcados por una sombra negra y los labios marrones, la cazadora de cuero marrón, los cascos puestos y una mirada perdida en un sueño en el horizonte con ese toque de luz de saber que estaba camino de cumplirse.
Caminaba con paso firme, contra el viento, una sonrisa se le dibujaba cada poco…
Caminaba y caminaba y llegó a su destino. Contrató los servicios necesarios, pagó con tarjeta y se decidió a no decir nada a nadie, cargar su ipod con todas las canciones que conocía e irse, solo una semana, desaparecer de todo, solo siete días… nada de móvil, nada de internet, nada de nada…
Quizás en esa semana hacer un cambio de look, un corte a lo garçon, un tinte rubio o pelirrojo, comprar otro tipo de ropa… reinventarse… caminar, correr por la arena, agotarse hasta que la respiración se entrecorte, provocar ese subidón de adrenalina al gritar al aire, al bailar sin música, al saltar al vacío, nadar en el agua fría del mar… Pero también sabía lo que le esperaba… en esos siete días, en esa semana, no dejaría de echar de menos, porque en el instante que desconectas es el momento en el que sabes lo que quieres tener a tu lado y te das cuenta de que en ese momento estas sola.
Sola porque tú lo has decidido, así que de un soplido vuelves a la normalidad. Así que piensatelo bien antes de coger una maleta y largarte lejos sin billete de vuelta porque es probable que lo eches en falta en apenas unos días o… O como a veces pasa… no.