gotas


Sentada en el borde de aquel muelle, de aquel día tan gris nada podía borrar la sonrisa que reinaba en mi rostro.
Veía las gotas de lluvia jugar con la superficie marina, con aquella masa de agua que normalmente descansaba en paz justo en aquella zona.
Miraba al mar y veía tus ojos, no sé el motivo pues no son ni del mismo color, ni de la misma belleza... pues nada se puede comparar con ellos, nada se puede comparar con la luz que demuestran cuando miras a aquello que quieres.
Mas tu a mi lado te encuentras, pero no mediamos palabras y sigo absorta en mis pensamientos, mirando hacia delante...
Me da por levantarme, bajar a la playa (y tu vienes conmigo), descalzarme, sentir la arena en la planta de los pies... una sensación que hasta que te conocí odiaba... pero contigo todo es diferente... caminé directa a la orilla y me senté en la arena mojada dejando que mis pies se mojaran, de vez en cuando, con las olas que iban y venían... tú allí seguías.
Se me hacía difícil dar por concluida aquella tarde, se me hacía imposible decir una palabra.
Dicen que amas a alguien cuando estar en silencio no resulta incómodo... sino un paraíso. No estoy de acuerdo, pero tampoco en desacuerdo. 
En aquel momento sabía que palabra tenía que decir y, quizás, era el motivo de que se prolongase cada vez más y más el silencio...
Te quedaste en la orilla mientras me quité los pantalones y me quité la camiseta para ir metiéndome, poco a poco, en el agua gélida de aquella primavera.
Sintiendo el frío del agua en todo mi cuerpo y las gotas de la lluvia cayendo sobre mi cara me di cuenta que por más que prolongara la situación... el momento tenía que llegar.
Sumergí todo mi cuerpo en el agua, aguanté hasta quedarme casi sin aliento y salí de aquel mar que jamás volvería a significar lo mismo.
Me dirigí, contigo, hasta la cueva que tanto nos gustaba, en la que tanto habíamos vivido... como aquel primer beso después de tanto tiempo soñandolo...
Y olvide el silencio:
"Te quiero. Te quiero desde que... desde antes de darme cuenta de que te quería. Te quiero desde que tú entraste... en mi vida.
No puedo poner precio a los momentos que viví contigo pues sin duda, son inmejorables e inolvidables.
Hoy estamos aquí, otra vez. Donde todo empezó. Imposible olvidar aquel día de verano en el que nos tiramos desde las escaleras porque la marea estaba muy alta y nos metimos en la cueva inundada y juntos, muy juntos, cerca, muy cerca, felices, muy felices, enamorados, muy enamorados, juntamos por primera vez los labios.
Si bien es verdad, que hoy el agua está en su nivel normal, sigo enamorada como la primera vez, no estoy tan feliz porque... aunque esta sonrisa todavía no se borre... no lo hace porque son mis últimos momentos junto a ti.
Odio que esto sea un monólogo... odio que tu no puedas decirme adiós, cogerme entre tus brazos y darme un beso... pero quizás... si eso fuera así... si tuvieras que hacer eso... odiaría aun más que odio esta despedida el adiós que me darías.
Nunca olvides que te quiero... como el primer día"

Tras esas palabras enteras, sin lágrimas entre ellas... destapé la urna, y con mi mano derecha, en aquella en la que todavía llevaba el anillo... cogí un puñado de ti... un puñado de tus cenizas y las deposité en aquella roca esperando que el agua viniese a por ellas... el resto... las depositó el viento poco después sobre la superficie de ese agua inundada por pequeños puntos, pequeños lunares provocados por la lluvia. Mientras por primera vez en la tarde, una lágrima las acompañaba.