Luna

Ayer cuando fui a cerrar la persiana vi una luna especial, única… me quedé prendada de su imagen, tanto que a mi corazón le costó un minuto recuperarse y empezó a dar latidos irregulares.
Me pasaba lo mismo en ese momento que cuando me despedí de ti sin saber si algún día te vería otra vez y, si te veía, si sería como ese ayer.
Decidí no cerrar nada y acostarme al revés, poner la almohada de tal forma que pudiera ver esa imagen hasta que mis ojos se cerrasen por puro cansancio, por agotamiento, por monotonía, por ausencia de ningún pensamiento…
Permanecí así y entonces me di cuenta que había algo que me molestaba, algo que me irritaba, algo que exageraba ese punto de rabia interna que a veces tengo… y ese algo era tu presencia casi absoluta en mi. Todo el día te llevaba a cuestas, incapaz de separarte de mi pensamiento pues, aunque lo intentaba, siempre volvías como la lluvia siempre cae, antes o después.
Incluso en aquellos viajes de autobús en los que me perdía, medio dormida, medio ida, sin pensar en nada llegaba un punto en que al mirar por la ventanilla descubría un detalle en medio de la calle, en medio de la autopista, incluso en medio de la más absoluta oscuridad que te traía a mi mente, confundiendo quizás sentimientos con una locura absoluta.
Pero me dicen que el amor es locura… y como un sabio dijo una vez en la locura hay razón. Así que perdona si te recuerdo cada minuto desde mi locura pero mi razón me dice que a veces la vida es más fácil de llevar con alguien como tú al lado, el problema es que todo esto se convirtió en un amor que mi corazón quiere y que mi mente, con la razón que le sobra de la locura cuestiona.
Porque la razón sabe ver más allá, ve otros caminos, otros rostros… un amor posible al final, aunque al principio solo haya un simple sentimiento porque recuerdo, vagamente, que el día que te conocí en mí no reconocí ni eso…

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