Esta ciudad

Esta ciudad es preciosa. Tiene algo especial, desde luego tendré que volver o quedarme más tiempo. ¿Más tiempo? ¿En qué estoy pensando? Si ya estoy en el tren, si me voy a ir.


Pero, ¿qué me pasa? Nunca había sentido esta fuerza de atracción por una ciudad. El esquema de siempre es llegar, visitar y marchar. Bueno… y las fotos. Siempre dejar mis ocho fotos de carnet, mis huellas, mis pasos por la ciudad. ¿Quién las cogerá? ¿Quién verá mi cara? ¿Quién se preguntará mi historia? ¿Quién?

¡Decidido! Me quedo un poco más, aunque sean dos días!”

La mujer se levantó de su asiento del tren, cogió su equipaje de mano y corrió hacia la puerta que justo se estaba cerrando. Tocó el botón de apertura como si la vida se le fuera en ello, se bajó del tren y lo vio alejarse hacia su casa.

“Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué chiquillada he hecho? No lo entiendo, nunca me había pasado esto con ninguna otra ciudad, jamás. ¿Por qué me siento tan aliviada por haberme quedado? ¿Y ahora que hago?”

En ese momento se dio media vuelta y vio a un chico con la boca abierta de par en par mirándola a los ojos. Cuando sus miradas se encontraron, él sonrió.
Un tipo de sonrisa familiar, una sonrisa que evidenciaba reconocimiento, felicidad. Se acercó a ella y le dijo: “Al fin te encuentro, llevo toda la mañana siguiendo tus pasos”.
 Y le enseñó las ocho fotos.

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