Una historia

Todo se fue al traste. Una noche corriente, una noche totalmente normal hasta que decidiste coger el coche. No sé el motivo, no me digas qué se te pasó por la cabeza aquella noche para conducir después de haber bebido lo que tú habías bebido. Está claro en lo qué no pensaste, no pensaste en mí, no pensaste en tus padres, no pensaste en tus amigos… no pensaste en nadie. Ni siquiera en ti mismo. En nada. ¿Querías llegar pronto a casa? ¿No querías escuchar esas riñas de tus padres? Piénsalo… son mejores esas posibles riñas que lo que ha pasado ahora. El no volverte a ver es peor, el no poder compartir tus risas, tus problemas, tus lágrimas… es lo que, sin duda alguna, peor llevo. No es justo que por una copa te hayas ido, si al menos pudiera culpar al otro conductor, pero él estaba bien, él no iba borracho… tú sí.

¿Cómo puedo no culparte? ¿Cómo puedo dejar de sentir ese odio, ese enfado contigo? ¿Cómo puedo dejar de pensar que tú eres el único culpable? ¿Cómo me has podido dejar así de sola? ¿Cómo?

No lo sé… pero me tengo que quedar con las cosas buenas o, por lo menos, intentarlo. Tu sonrisa hacia que una habitación se iluminara (no es muy original), hacia que en mis ojos apareciera una luz, algo que ahora yace apagado y que tendrá que despertar el día que me olvide de ti, cosa que no ocurrirá jamás porque tú serás por siempre mi amor, tú serás por siempre MIO. Y yo seré por siempre TUYA. Aunque hoy esté sola en esta habitación y solo quiera coger el teléfono y llamarte, solo me gustaría escuchar tu voz una vez más y… no puedo. No hay un video, no hay una grabación… nada…. No hay nada. Solo un vacio, una soledad incurable que irá a menos pero incurable.

Hoy y siempre tuya

No hay comentarios:

Publicar un comentario