Estrellas

La noche era perfecta, cálida como ninguna. Conduje hasta esa colina de mis sueños, me senté en el banco de piedra que había en el mirador y me acosté encima de él para solo ver las estrellas en medio de aquel oscuro cielo.
No había tristeza en mis ojos, no había alegría tampoco, solo una ligera sensación de vacío.
Miré hacia las estrellas esperando que pasase una fugaz, no para cambiar mi vida radicalmente, no para pedir que me quisieses pues eso no sería amor del verdadero, simplemente para pedir el deseo que en ese momento me cruzara la cabeza como ella haría en el cielo.
Me acordé de la canción que decía que ojala pudiéramos fingir que los aviones son estrellas fugaces porque, sinceramente, seríamos todos más felices creyendo que ese pequeño deseo que pedimos a algo que se va tan rápido como vino puede tener algo que ver en nuestra vida real.
Seguía recostada en el banco cuando vi pasar una estrella fugaz, no fue un avión ni una visión debida al deseo en sí, y lo primero que se me pasó por la cabeza fue "Ojala hubiese miles de millones de estrellas fugaces hoy cruzando el mundo"
Deseo estúpido el mio, cuando empezaba a pensar que que estupidez la mía la de tener una oportunidad de pedir un deseo y pedir ese, un poco altruista pero tonto al fin y al cabo. Los pensamientos de que si hubiese pedido cualquier otra cosa se podría haber cumplido se interrumpieron cuando al abrir los ojos de un ligero parpadeo empecé a no ver la oscuridad del cielo debido a una masiva aparición de estrellas fugaces.
No quise abusar... solo pedí uno, el ser sinceros, el ser capaz de hablar con la gente que valoro, que quiero, que considero amigas con total franqueza, sin miedo a hacer daño, sin miedo a ser herida porque he llegado a la conclusión de que no pregunto cosas por miedo a que un agujero dentro de mí se haga más grande... aunque... callar no me callo y eso me causa problemas a estrellas fugaces, en ese momento, surcaban el cielo.
Me quedé mirando la cantidad de claridad de aquella noche, lo poco negro que se veía el cielo y caí redonda en un sueño profundo olvidando lo dura que suele ser la piedra.
Me despertó la claridad del sol recién salido entre las montañas del valle y poco después la canción que utilizaba de tono en ese momento que,curiosamente, era "Airplanes", me incorporé lo más rápido posible y eras tú... al otro lado del teléfono..
Decías que te acababas de levantar y que te entró un ansia de decir lo que se te pasaba por la cabeza y que yo era en lo que pensabas todas las mañanas al abrir los ojos, que yo era todo aquello que habías soñado y que yo era todo aquello que te daba miedo tener... pero que más miedo te daba perderme, que llevabas loco con todas las contradicciones mil años y que aunque seguías loco y sin saber que hacer... hoy se quitaba un peso de encima diciéndome la verdad y solamente la verdad.
Mis ojos aunque incluían unas chispas de alegría empezaron a llorar pues por fin eras sincero pero aún así la sensación de vacío no se iba.
Yo te dije que no pasaba nada. En otro ataque, casual, de ser sincera te conté que te quería pero que ya no sabía de qué manera. Que sin querer nos habíamos hecho daño, que yo cuando te veo o cuando te hablo ya no sé que atenerme, si a ser feliz o a que sin darte cuenta claves un poco más ese cuchillo. Lo sé... tu actitud no es la misma cuando yo estoy o no...
Colgamos el teléfono sin saber muy bien que decir... sin una palabra cariñosa, sin un adiós ni un hasta luego.
Me quedé poco más tumbada en el banco de piedra, sin pensar en que mi espalda estaba rígida de haber pasado ahí la noche y cuando ya no pude pensar más en nada me levante, con la cara mojada de lágrimas, con un adiós presente que yo no quería haber escuchado, pensando que si la sinceridad era eso, adioses, no merecían la pena.
Me subí al coche y conduje sin un rumbo fijo hasta que el contador de gasolina empezó a pitar y tuve que repostar en una gasolinera. Cuando entré a pagar escuché como acababa una canción en la radio, pero... no cualquiera, tu favorita y, justo después, empezaba la mía, y pensé que no quería vivir acordándome de ti sin ti.
Me monté en el coche y me paré a la altura de tu casa, sin saber si merecía la pena picarte o irme sin más, olvidarme de ese arrebato que me entró en aquel momento. Cuando estaba levantando el pie del embrague se me vino a la cabeza todas esas veces que por no hacer lo que mi cuerpo quería me había perdido todas esas experiencias y a ti no te quería perder.
Bajé del coche con los nervios de punta, no sabía cómo ibas a reaccionar. Eso no era una película, era la vida real y al tocar el timbre un ansia de correr me recorrió todo el cuerpo pero aguanté mirando al frente, casi que cuando abriste la puerta no veía tus ojos, veía tus labios a los que me lancé sin darte tiempo a reaccionar.
Me devolviste el beso y cuando nos separamos, te miré a los ojos y vi felicidad, alivio.
Pero ninguno de los dos sabíamos cómo actuar.
Me preguntaste cómo había llegado hasta aquí y al acabar mi relato me prometiste que era lo mejor que había podido hacer y que como había dicho antes... el miedo de perderme era superior al de quererme y que me querías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario